Fotografía: Archivo Parque Nacional
Gente
Los ricos valles que rodean estas montañas fueron el soporte donde los pobladores indígenas domesticaron plantas como el maíz, la calabaza, el frijol, el chile y el amaranto en los albores de la agricultura mesoamericana; alimentos que hoy siguen siendo el sustento de la dieta local.
Desde entonces y hasta ahora, la vida cotidiana de los pobladores de esta región está muy relacionada con la observación sistemática y reiterada de la naturaleza, la cual permite, o no, que las cosechas sean pródigas y por lo tanto que las comunidades subsistan. Los conocimientos acumuladas empíricamente y transmitidos de generación en generación, permiten a los campesinos monitorear los fenómenos meteorológicos y con ello orientar los trabajos del campo.
Fotografía: Archivo Parque Nacional
El ciclo festivo anual y el comportamiento de las comunidades se vinculan a las prácticas católicas, que muestran un trasfondo que las liga con un pasado ancestral que, a pesar de los cambios drásticos que vive el mundo actual, mantienen su esencia. Este ciclo está íntimamente relacionado con los ciclos agrícolas. Así, encontramos que en numerosos lugares los graniceros siguen haciendo ceremonias de petición de lluvia en la época de secas y de agradecimiento por las lluvias recibidas cuando se levantan las cosechas; se realizan también ceremonias para bendecir los granos de maíz y favorecer la agricultura; y hay festividades donde se decoran las fachadas de los templos con semillas o con flores durante las fiestas patronales.
Fotografía: Víctor Manuel Ortiz / Archivo Parque Nacional
Las festividades laicas también se vinculan con la producción que da la tierra: hay una Feria de la Nuez en Amecameca, una Feria del Elote en Cocotitlán y una Feria del Capulín en Atlautla que convocan a productores y consumidores de la zona.
Fotografía: Archivo Parque Nacional
Para los pobladores de la región, las montañas son una fuente esencial de vida y el entorno natural que generosamente proporciona los recursos vitales para la subsistencia y la reproducción social. Es común que los habitantes de los pueblos coloquen ofrendas en sitios relacionados con el agua como son las cuevas, los manantiales o los arroyos; en ellas se ofrecen galletas, alimentos, flores, bebidas, dulces, veladoras y cantos para agradar a los chanates, nahuaque o tiochis que habitan en los nacimientos de agua y para que ésta siga regando los campos. También se colocan cruces de color azul (color que se relaciona con el agua), muchas de las cuales fueron previamente bendecidas en los templos.
Fotografía: Archivo Parque Nacional
La gente de esta región posee un gran conocimiento sobre el uso de plantas y hongos silvestres que proporcionan los bosques. Se come una gran variedad de hongos y quelites que se dan en forma abundante en época de lluvias y que son característicos de la gastronomía regional. También se usan muchas plantas medicinales como el carricillo o cola de caballo, que crece en la orilla de los ríos; en las pendientes boscosas están el árnica, la flor de ocote y el carbonero; en las planicies el gordolobo, el estafiate, el alcáncer y la hierba del sapo; todas ellas no faltan en los mercados comunitarios. Además hay plantas como la jarilla o el carricillo con la que se elaboran artesanías y objetos para rituales. El bosque proporciona, también, la leña con la que en numerosos hogares se preparan los alimentos diariamente.
No obstante lo anterior, la región de los volcanes se encuentra fuertemente amenazada por la irrupción de la vida urbana en detrimento de los valores asociados a la vida rural. La modernidad se ha caracterizado por la pérdida de conexión entre el ser humano y la naturaleza, lo que en esta región se traduce en ruptura de las comunidades donde las jóvenes generaciones rápidamente olvidan los conocimientos y costumbres de sus ancestros y no acaban de beneficiarse de las ventajas de la vida urbana. El resultado es una degradación del entorno y por lo tanto de la calidad de vida de la gente que aquí habita; muestra de ello es la enorme cantidad de ríos contaminados o en la pésima gestión de los residuos que se acumulan en terrenos baldíos, ríos y barrancas de toda la región.
A grandes rasgos, podemos decir que en estos pueblos volcaneros, del lado poblano hay una fuerte migración rural hacia los EU, mientras que del lado mexiquense el crecimiento explosivo de la mancha urbana va convirtiendo en ciudades dormitorio las poblaciones que poco antes mantenían un vínculo cotidiano con su pueblo. En ambos casos la vida comunitaria se fragmenta o se desarticula afectado la cohesión social y el bienestar de su gente.